La cuarta para el mundo, la tercera para mis retinas, y la magia de 15 años de adolescencia imaginaria en una hora y media de rock.
No son solo recuerdos, son pensamientos, sentimientos y compañía en momentos de furia, dolor, crecimiento y pasión. Cada una de las sensaciones vividas a través de su música, porque ellos le pusieron palabras y melodías a mis días.
Cada uno de los shows que dieron me devolvieron lo que yo les di: noches eternas de sueños que nunca se realizarían, hasta escucharlos gritar con fuerza Toooo night….
Faltó, faltó mucho, porque de ellos se exige más; porque ellos deber responder; porque es mucha la adrenalina y la expectativa que generan en mi: porque uno sabe a quien pedirle. Faltó todo eso que me hizo amarlos mas allá de Wonderwall. Auqnue Don’t Look Back se pasa de largo en el random, en vivo se lleva bajo la piel, no importa que haya temas 10 veces mejores, este como todo himno lleva la marca de la historia. Y de eso estoy hablando, de historia, de pasado, de evolución hacia esto que es más que un simple hobbie, la música.
No se si algún día lo pueda explicar, y no quiero lograrlo, porque eso es lo especial en esto… que sólo unos pocos lo entendemos.
Podría hablar de ese majestuoso final emulando a sus mas grandes influencias y a mis mas grandes recuerdos de infancia. Podría decir que saltar en Songbird es como quedarse quieto en The Shock of the Lightning. Podría decir que como los otros 50.000 que estábamos ahí, el principio de Champagne me pudo, pero no mas que The Masterplan. Puedo asegurar que aunque no tocaron mi tema, me tocaron el instinto una vez mas, logrando reavivar esa llama que en mi, aparentemente nunca se va a terminar de consumir. Porque mientras pueda estar de pie frente a un escenario cegador, voy a seguir siendo yo.
miércoles, 6 de mayo de 2009
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